Hasta donde se supo dos días después, la intervención fue de madrugada y tan sorpresiva que Morote no tuvo tiempo de emplear su arma y dócilmente, optó por entregarse: “Esta bien. Ya perdí” y el sanguinario terruco, que solía reemplazar al mismo Abimael Guzmán sacó su cuenta y resolvió que era mejor preso, pero vivo, luego de mirar los ojos de los osados policías “délticos” que estaban dispuestos a inmolarse por la seguridad de todos los peruanos y de la patria.
Claro está que no todos pensamos igual. tuvieron que transcurrir varios años para qu el gobierno de entonces premiara con el ascenso respectivo al capitán Miranda Acero y sus compañeros de equipo. Pero así era antes. Ahora es el mismo Presidente de la República quien congratula a aquellos que han protagonizado algún acto de heroicidad. Pero antes, las cosas eran diferentes campeaba la ingratitud y eso lo sabemos los viejos reporteros policiales como el autor de esta nota del recuerdo, que jamás podrá dejar de mencionar a los héroes policiales que devolvieron la tranquilidad a nuestra patria, sólo recordándolos y exigiendo a las autoridades para que reconozcan el valor y honradez de quienes destacan con esas virtudes y yo como viejo reportero policial no podría pecar de ingrato olvidando al buen amigo Miranda Acero, quien durante su dilatada y ejemplar trayectoria, sobre todo destacada por su amor a la camiseta y honradez a sus principios, pese a muchas calumnias que inútilmente han pretendido desacreditarlo y bajar su moral policial, pero fiel a su apellido, Miranda Acero, ha sabido reponerse a esas calumnias., a esos golpes bajos de algunos de sus propios colegas para finalmente resultar tan fuerte como el mejor acero de las armas policiales para beneficio de nuestra sociedad.
Claro que no todo quedaría en esa hazaña, Porque vale recordar que fue también Miranda Acero quien capturó en la ciudad de Trujillo al conocido y tenebroso narcotraficante Persiles Sánchez, quien -según comentario- habría invertido mas de 600 mil soles para lograr que el Poder Judicial de ese entonces lo pusiera en libertad pese a los cargos presentados en su contra por Miranda Acero. Algunos años después, esa misma mafia que solía secundarlo, lo asesinó a balazos en su propia casa.